viernes, 18 de enero de 2008

Quiero caminar por esas calles que escoden celosamente Sus secretos. Aquellas que aunque intente comprender nunca me revelarán del todo lo que ocultan, porque es íntimo y nadie me ha dado el derecho de entrometerme y romper su silencio y quietud. Creo que me es imposible hablar de tranquilidad, ese es uno de sus mayores secretos.
No entienden que por mucho que lo intenten y se den aires de grandeza, detrás de todo ello se están riendo de su ingenuidad y torpeza. Admito que no estoy libre... Precisamente de "esa" ingenuidad y "esa" torpeza.

Olvídalo

jueves, 17 de enero de 2008

Quizás podría contar la historia con más detalles, pero sería algo estúpido...

Era tan pequeña, tan niña... que no sé dio cuenta de lo que hacia, hasta que comenzó a depender del acto, llegó a límites de estar en una cama... enterándose todo el mundo de su "problema". Estaba desquisiada, quizás necesitaba esa mano amiga que en realidad núnca tuvo... hasta ese momento ¡Claro!... Esa depresión interna aveces la hacia explotar...


Pero llegó, ¡llegaste!. Su amiga tenía nombres y apellidos, G.P.P.A... A medida que el tiempo pasaba, me dedicaba a observarla, lo hacia constantemente, veía en ella algo distinto a las demás personas, tenía el don de hacer que las personas con su compañía se sintieran felices, yo la quería para mi, la amo tanto en silencio..

sábado, 12 de enero de 2008

El tiempo pasa muy deprisa. Demasiado para mi gusto. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Qué prisa hay?. Muchas veces un segundo debería alargarse minutos tan sólo para no perder esa mirada, ese gesto, esas caricias, esa voz. ¿Por qué todo se acelera de tal manera que no saboreamos lo que tenemos y cuando por fin nos damos cuenta lo perdemos? No es justo. La única función del tiempo es consumirse, arde sin dejar cenizas. Pasa rápido y aunque muchas veces intentemos matar el tiempo, éste acaba pasándonos factura, se toma su venganza y la sirve en plato frío, dejándonos helados, sin vida, sin tiempo.

Unas veces tan rápido y otras tan lento. El tiempo se mueve a su compás, acelerando y disminuyendo, al viejo son de la canción que deja ir un melancólico “no es el tiempo el que pasa, pasamos todos nosotros”.

Prometí no volver a equivocarme, no ceder ante ese gigantesco mundo al que se llama eternidad. Juré no caer en el abismo, no mirar más hacia atrás. Lo hice, lo sigo haciendo. Me volví a equivocar. Giré la vista atrás y entonces vi que ya no estaba. Y ahora me lleva minutos, horas, días… tal vez meses de ventaja. Me mira, se ríe, se compadece de mí,
sabe que él ganará la partida, que es el quien permanecerá. Pero prometí entonces no rendirme, no dejarme pisar… Ahora soy yo quien le mira, quién lo ha aprendido a dominar. Le manejo a mi antojo. En ocasiones lo ignoro y otras muchas persiste eternamente en un segundo que deseé aprovechar.

Comparte celda conmigo en un mundo donde sé que aunque merezca ser juzgado no lo acusarán. Ganará la partida. Es el quien ha sabido jugar. Yo, mientras tanto, aquí sigo… Intentando aprovechar el tiempo, ese mismo que descubre sensaciones que los días jamás conocerán y, sin embargo, sin darme cuenta lo pierdo. Lo estoy perdiendo aún sabiéndolo...